La violencia de la ideología

En este extenso y reflexivo ensayo, Fernando Coddou explora la violencia no sólo como un hecho observable, sino como una construcción ideológica profundamente arraigada en nuestras explicaciones sobre la realidad. El autor denuncia que muchas ideologías, a pesar de oponerse abiertamente a la violencia, en la práctica la perpetúan como medio legítimo para lograr cambios o imponer la verdad.

Coddou distingue dos niveles en que opera la violencia: el nivel interaccional (conductual, cotidiano) y el explicativo (ideológico, epistemológico). Argumenta que la mayor parte de los actos violentos ocurren entre personas con vínculos afectivos y que, ante esa contradicción, tendemos a explicar la violencia del otro como señal de maldad o locura. Estas explicaciones son profundamente peligrosas, pues justifican respuestas igualmente violentas.

Asimismo, critica la hipótesis biológica de la violencia, según la cual esta sería parte instintiva del ser humano. Frente a esta postura, rescata investigaciones sobre culturas matrísticas que operaban con baja o nula violencia, y señala que el avance civilizatorio, lejos de reducirla, ha incrementado su eficiencia destructiva.

Desde una mirada epistemológica influenciada por Humberto Maturana, Coddou plantea que nuestras explicaciones sobre la realidad configuran nuestra forma de actuar. Expone que si aceptamos la existencia de una única realidad objetiva y de una verdad absoluta, cualquier desacuerdo se transforma no en diferencia, sino en error, ignorancia o locura del otro. De allí deriva la legitimación del uso de la fuerza para imponer «la verdad».

Por el contrario, aboga por suspender la objetividad y reconocer que las verdades son construcciones compartidas, no absolutas. El amor, entendido como la aceptación del otro como legítimo, sería el camino hacia una interacción no violenta. La violencia, según Coddou, surge cuando se fracasa en compartir una explicación común de la realidad.

Concluye que si queremos avanzar hacia una cultura de la no violencia, debemos modificar nuestras epistemologías básicas. Mientras sigamos aceptando que la violencia o la fuerza son necesarias para corregir el error o la ignorancia del otro, perpetuaremos el conflicto. Solo cambiando las ideas fundamentales con las que entendemos la realidad humana podremos aspirar a una convivencia verdaderamente no violenta.