La constitución de lo patológico

En el ajetreo diario de la psicología clínica, pocas veces nos detenemos a pensar en las bases de nuestro propio trabajo. ¿Qué es realmente un «problema de salud psicológica»? ¿Quién lo define? Un fascinante ensayo titulado «La Constitución de lo Patológico», escrito por Carmen Luz Méndez, Fernando Coddou y Humberto Maturana R., nos invita a cuestionar precisamente esto.

El Problema de Definir el «Problema»

Según los autores, un problema, sea cual sea, solo existe cuando alguien lo vive y lo define como tal, y cuando su entorno social lo valida. Piénsalo: si nadie dice «esto es un problema» y es escuchado, entonces, ¿realmente lo es? Aplicado a la salud mental, esto significa que una conducta se etiqueta como «psicopatológica» no por una cualidad inherente, sino porque alguien la considera un problema de salud –asociándola con dolor o sufrimiento– y esta visión es aceptada por la comunidad.

La «Objetividad» en Salud Mental: ¿Un Espejismo de Poder?

Tradicionalmente, hemos otorgado a los profesionales de la salud mental la autoridad para diagnosticar, basándonos en la idea de que poseen un conocimiento «objetivo» de lo que es sano o enfermo. Pero este ensayo da un vuelco a esta noción, argumentando que esta supuesta objetividad es, en realidad, una concesión de poder. Este poder permite al terapeuta definir la realidad del otro y, en consecuencia, esperar que sus indicaciones sean seguidas.

Poniendo la Objetividad «Entre Paréntesis»

Aquí es donde entra el concepto revolucionario de la «objetividad entre paréntesis». Los autores nos proponen dejar de pensar que el conocimiento es como tomar una fotografía exacta de una realidad externa e independiente. En lugar de eso, sugieren que el conocimiento emerge de las distinciones que cada observador hace. ¿Qué significa esto? Que no hay una única «verdad» o «realidad objetiva» flotando por ahí. Existen múltiples realidades, todas igualmente legítimas desde la perspectiva de quien las vive, aunque claro, no todas sean igual de deseables para convivir.

Al adoptar esta perspectiva, la idea de tener un acceso privilegiado a «la verdad» se desvanece. Los desacuerdos ya no se ven como una lucha entre quien tiene la razón y quien está equivocado, sino como el encuentro de diferentes puntos de vista, basados en premisas distintas y válidos en sus respectivos contextos.

¿Y Qué Pasa con la Terapia?

Este cambio de paradigma tiene implicaciones enormes para el trabajo clínico. Si ponemos la objetividad entre paréntesis, la autoridad del terapeuta ya no se sustenta en un supuesto saber superior sobre una realidad objetiva, sino en el acuerdo social que considera ciertos comportamientos como problemáticos. La salud y la enfermedad dejan de ser etiquetas inherentes a las personas para convertirse en formas de coexistencia que una sociedad considera deseables o indeseables.

Desde esta óptica, las llamadas «patologías psicológicas» se entienden más bien como la expresión social de contradicciones emocionales. Estas surgen cuando intentamos cumplir con expectativas sociales que son contradictorias entre sí, pero que aceptamos como si fueran verdades absolutas y coherentes.

El Lenguaje que Nos Construye y las Conversaciones que Nos Atrapan

El ensayo también profundiza en el «lenguajear», que no es simplemente transmitir información, sino una forma activa de coexistir, de vivir juntos coordinando nuestras acciones. Nuestras conversaciones, ese entrelazamiento constante entre lo que decimos (lenguajear) y lo que sentimos (emocionar), nos van moldeando.

Hay conversaciones que simplemente coordinan acciones, pero hay otras, como aquellas en las que caracterizamos a los demás («eres un vago») o les acusamos («siempre me interrumpes»), que pueden generar mucho sufrimiento, especialmente si partimos de una supuesta objetividad («es que realmente eres así»). Estas conversaciones, al vivirse como revelaciones de una «verdad» sobre el otro, pueden desafiar profundamente nuestra identidad y generar dolor.

La Familia: Un Crisol de Realidades y Conversaciones

Estos conceptos son especialmente relevantes en el ámbito familiar. La familia, explican los autores, es una red fundamental donde se otorga autoridad en temas de salud. Sin embargo, cuando surge el sufrimiento, y si cada miembro opera desde su propia «verdad objetiva» sin cuestionarla, pueden aparecer tantas «realidades» sobre el problema como personas haya en la familia.

El sufrimiento familiar, muchas veces, se teje en estas conversaciones de caracterizaciones y acusaciones que se toman como verdades incuestionables. La propuesta terapéutica, entonces, no es «arreglar» a un miembro «defectuoso», sino ayudar a la familia a desmantelar esa forma de relacionarse que genera dolor. Se trata de facilitar interacciones que permitan a sus integrantes operar desde un nuevo lugar, idealmente uno donde la objetividad se ponga entre paréntesis y se abra espacio para la aceptación mutua.

En Conclusión: Hacia una Coexistencia Más Consciente

«La Constitución de lo Patológico» nos desafía a mirar la salud mental y las relaciones humanas con otros ojos. Al poner la objetividad entre paréntesis:

  • Reconocemos que siempre podemos encontrar un espacio de coexistencia más honesto, sin importar el conflicto.
  • Podemos tomar conciencia de nuestras emociones en las relaciones y hacernos responsables de ellas.
  • El verdadero éxito terapéutico, sugieren los autores, radica en ayudar a las personas a vivir, ya sea de forma intuitiva o consciente, desde esta perspectiva de objetividad entre paréntesis en su día a día.

Un cambio de perspectiva que, sin duda, invita a una profunda reflexión sobre cómo entendemos el sufrimiento y cómo podemos construir formas de convivencia más sanas y respetuosas.